domingo, 16 de noviembre de 2008

Crecer y no dejar de ser niños


La foto que veis está claro que algo de circense tiene, pero no se trata de un circo cualquiera ni con tanto renombre como el Cirque du soleil: es el Circo acuático!! Os preguntareis como demonios acabe allí, resulta que tenía enchufe (hay que ver, no lo consigo para encontrar trabajo..). Mi compañera de piso, Graciela, la valenciana, aunque de formación empresarial en estos tiempos de crisis se encuentra de taquillera de este maravilloso lugar. Este finde vinieron una amigas suyas y fue la ocasión perfecta para utilizar sus influencias. El sábado fuimos al último pase que empezaba sobre las 6.45, pero llegamos tarde. Nos perdimos el número del diábolo y el momento en que el payaso se caía en la piscina y servía de gancho para enlazar con los misterios del mundo marino.

Entramos azuzadas por el hombre de la puerta ¡rápido, rápido! y atravesamos un túnel de lona azul para meternos en situación. Unas gradas en penunmbras en las que se podían entrever miles de figuras diminutas rezumando emoción. Rodeamos los asientos hasta llegar a los que nos habían asignado, justo al lado del payaso. La primera prueba: el payaso echandote pompas y tu en un principio poniendo cara de circunstancia y luego haciendo un gesto para estallar o coger la pompa como una gilipollas. Ya habíamos pasado la primera prueba de fuego.

Cuando nos sentamos comenzó el verdadero espectáculo. En primera línea de piscina, pudimos ver acrobacias impresionantes como las de la china de la foto capaz de cambiar el peso de su cuerpo de una mano a otra con una pasmosa facilidad y sin borrar la perfecta sonrisa de su cara.
Pero el listón siguió muy alto, la alemana que se enredaba y desenredaba de la red, los chinos hombres-bala, la agrupación de chinas que hacían figuras imposibles. Y lo mejor de todo, la emoción que experimentabas al verlo. Resulta curioso como en un momento en el que todo cambia y la balanza se inclina hacia la toma de decisiones y responsabilidades, la vida te hace un guiño y te invita al circo.

2 comentarios:

Uqbar dijo...

Es extraño pero siempre odie el circo. Recuerdo aquel viejo descampado frente al colegio. El circo llegaba y plantaba sus carpas, durante una semana no nos dejaban jugar allí. Después, cuando aquellas celdas se esfumaban de nuestra visión, todo era una mezcla de papeles y excrementos en la que nuestras madres no nos permitían revolcarnos.

Tal vez por eso siempre se me atraganto el circo del Sol... tal vez.

inmilla dijo...

este no tenía animales, porque en Barcelona está prohibido. Hombre y yo si fuese tu madre tampoco te dejaría revolcarte en la mierda de las fierecillas.