miércoles, 25 de marzo de 2009

sábado, 21 de marzo de 2009

Los abrazos rotos


Si se empieza una película lo importante es terminarla. Esta máxima es la frase final de Los abrazos rotos y la clave de la trayectoria de Almodóvar: obras redondas, perfectamente hiladas, con finales entreabiertos.

Todo sobre mi madre marcó un punto de inflexión hacia una nueva etapa en su cine. El realismo descarado, sin pelos en la lengua, retrato de una sociedad hipócrita que intenta esconder a toda costa sus trapos sucios y demás síntomas de una doble moral, no lo abandona pero se transfoma. La explicación del cambio puede deberse a una necesidad de huír de los tópicos a los que ha estado asociado desde sus inicios: gays, trasvestis, drogas, la movida. Ahí radica su genialidad, poder contar historias con el mismo grado de profundidad, sin importar cuales sean sus personajes o los espacios elegidos para sus escenas.

Los Abrazos rotos recoge los logros de la evolución de un artista, que sigue milimetrando los detalles en cada película, sin sentirse respaldado por su propio éxito como desafortunadamente ha hecho Woody Allen en "Vicky, Cristina, Barcelona", donde su mayor riesgo debió ser la elección de la maqueta de un grupo catalán desconocido, que se convirtió en la canción principal y que es difícil de dejar de canturrear después de verla.


Pero Los Abrazos rotos, son un grito incombustible, con diálogos mordaces y golpes de humor fulminantes. No hay resquicio para la trivialidad y el hacer por hacer. Los actores articulan un guión al que no se le podría añadir ni una mísera coma y tanto principales como secundarios convierten sus intervenciones en piezas irremplazables. Creo que después de ver esta película se disipan las dudas acerca del merecido óscar de Penélope Cruz.

martes, 10 de marzo de 2009

Olvido

La memoria ensalzada a la cima de la razón
en un mundo que entierra cada día a la fantasía
la sepulta y se siente bien
en la salvaguarda de la normalidad.
Imaginar es deporte de trasnochados y lunáticos
entonces, abandono desde hoy mi sedentarismo
y empiezo una carrera a contracorriente
manifiesto mi disconformidad con la conformidad,
con la actitud de propotípico funcionario como modo de vida
agarrotada en el abrazo a la balsa que te salva y te hunde
traspasando la alambrada del dolor, saludando al placer
meciendome en una confortable cuerda floja.