miércoles, 8 de julio de 2009

Tres días con la familia


Dicen que detrás de un gran hombre se esconde una gran mujer. Eso no lo sé. Lo que sí me ha confirmado la directora novel, Mar Coll, es que detrás de la sobriedad de un título se esconde una obra empática y de una gran calidad técnica.

Mi descubrimiento de esta joven promesa no fue en una sala de cine al uso, si no en un aula durante la jornada de puertas abiertas de la escuela que le vio dar sus primeros, la ESCAC. Al finalizar la charla, uno de sus profesores nos mostró el corto "La última polaroid" realizado por una de sus alumnas, Mar Coll. Tras la proyección nos confesó, en “petit comité”, que su recién estrenado largometraje, "Tres días con la familia" sonaba con fuerza entre las posibles premiadas en la última edición del Festival de Málaga.

El corto mostraba la despedida de dos amigas de la infancia, impregnando cada escena con el que más tarde se constataría como su sello de identidad: enfoques inusuales -que se alejan, se desenfocan o son intencionadamente tenues para reflejar la emoción de sus personajes-, y un uso más que acertado de las piezas musicales.

Con estos antecedentes, no podía dejar pasar la oportunidad de ir a ver su ópera prima. El primer “impacto” fue comprobar que estaba en catalán, sin subtítulos, pero al momento recordé una entrevista que le hicieron a su directora en la que explicaba los motivos de una decisión nada caprichosa. Coll argumentaba que en la calidad del doblaje podía perderse gran parte de la esencia de la obra y de la idiosincrasia de la burguesía catalana.

Tres días con la familia, nos acerca a la intensidad del tiempo vivido con nuestros parientes cuando uno de los nuestros muere. En la primera escena, aparecen dos de los personajes principales, Lea(Nausicaa Bonnin) y su padre(Eduard Fernández), de camino al tanatorio donde se encuentra el difunto abuelo. En el trayecto, ya se deja entrever como los problemas personales de ambos van a solapar la tragedia familiar.

La secuencia del tanatorio es tan real como la vida misma. El goteo de familiares que se ven de año en año se va sucediendo, cada uno con una relación más o menos fría con el fallecido. Para casi todos ellos, era el abuelo o padre de alta alcurnia, distante y frío. Una escena significativa, es cuando la madre de Lea propone que se marchen a Gerona a tomar algo y aquello deriva en una fiesta que elimina todo resquicio de drama.

A medida que transcurren los minutos, nos damos cuenta de que el verdadero problema no está en la muerte, si no en las realidades que deja al descubierto. Unos hijos distanciados de su padre, algunos incluso como Virginia, la más pequeña, que no pisaba su hogar desde hacía 25 años, y cuyos recuerdos de infancia habían sido fuente de inspiración para su primera novela.

En el otro eje de la historia se encuentra Lea y sus padres. Lea está en plena crisis existencial: duda en dejar su carrera de aeronaútica por montar un bar con su novio francés Sebastian, pero éste no quiere comprometerse. Y a sus quebraderos de cabeza, se suma la relación de sus padres, que pese a estar divorciados desde hace dos años, no terminan de asumir la situación.


jueves, 2 de julio de 2009

P.R.E.D.E.S.T.I.N.A.C.I.Ó.N

Partidaria de escuchar
riéndome en silencio de la
estupidez de entonación pensada.
Diálogos sin silencios cómodos
escondiendo una de mil caras
siendo sin ser o siendo mejor
teórica de casi todo
ilustrada de la nada
Nada.
Alerta
como tú,
inquietos en nuestro propio yo
olvidando ser conscientes,
nacemos.